Habitualmente, yo era de los primeros en llegar a la solitaria playa. Lo único que se advertía, eran los miles de pisadas de las gaviotas que, al parecer, habrían celebrado una fiesta la noche anterior.
Después llegaban las personas que madrugaban para hacer deporte o, simplemente, para caminar o pasear.
Un poco más tarde, ya llegaban el resto de veraneantes cuyo número dependía de la buena o regular climatología.
Y entonces llegaban ellos.
Un hombre y una mujer de edad un poco avanzada. Esto es lo que me parecía a mí, pero también es verdad que cuando yo tenía 10 o 12 años, una persona de 20 me parecía muy mayor. Ninguno de los dos tenía una estatura alta, más o menos la que había normalmente en aquellos años.
Cada un traía su silla para sentarse en la playa. Unas sillas sencillas que nada tienen que ver con algunos armatostes que vemos ahora, con carrito y ruedas incluidos.
Lo primero que hacía ella, era poner unas sencillas flores, con forma de campanas, en las paredes rocosas del lado oriental de la playa.
Después se sentaban, siempre vestidos como venían y se ponían a leer. Ella sacaba su libro y él los periódicos, siempre de Madrid. Algunas veces ella paseaba un poquito y volvía a su libro.
Intrigado por todo, yo me imaginaba que ella podía ser una profesora de historia o literatura. Él podría ser un funcionario de hacienda o algún otro ministerio. Ambos jubilados.
Pasada la primera curiosidad, yo continuaba con mis quehaceres deportivos y, ahora lo pienso, creo que nunca les vi marcharse.
Hace unos años que no les veo y quiero pensar que no les ha pasado nada y que, simplemente, no les apetece venir a nuestra playa y se han cambiado a otra.
No obstante, yo no pierdo la esperanza de volver a saludarlos nuevamente.
Bonitos recuerdos sobre una parja desconocida que llamó tu atención. A estas edades puede pasarnos cualquier cosa, cualquier día. Es más raro cambiar costumbres añejas. pero no pierdas la esperanza José Manuel. Por cierto aquella xanina que nos acompañaba, este año está en Indiana todo el año haciendo cuarto de ESO.Igual los que la veían siempre en determinados lugares también la echan de menos...Un abrazo para los dos.
ResponderEliminarUna auténtica preciosidad de relato...canción triste sin duda, pero tú les has dado tu homenaje bien bonito. Esperemos eso sí, que estén bien, por supuesto. Mi abrazotedecisivo
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