lunes, 27 de abril de 2020

LO MALO DE GENERALIZAR



Todos los que andamos por las montañas, sabemos lo que gusta a las personas que encontramos en pueblos casi abandonados o con muy pocos habitantes, que nos paremos a charlar un poco, del mismo modo que a nosotros nos gusta preguntarles algunas cosas, ya que habitualmente son fuente de sabiduría.
Fieles a esta tradición, cuando solo llevábamos una o dos etapas después de salir de Roncesvalles, en un pueblo cuyo nombre no recuerdo, nos encontramos con un señor con ganas de hablar y que bien podía ser el único habitante, ya que no vimos a nadie más.
Hablamos con él de muchos y variados temas y, cuando intentamos despedirnos para continuar nuestra ruta, nos pregunta:
.- A propósito, ¿de dónde son ustedes?
.- Somos asturianos.
Se queda un poco pensativo y dice:
.- Pobrecitos asturianos. Conocí muchos en la mili y todos eran analfabetos.
Nosotros solo acertamos a despedirnos sin añadir nada más.


lunes, 20 de abril de 2020

MÚSICA CELESTIAL


Imagine el lector la escena. Caminamos solos por un frondoso bosque de grandes árboles. No vemos a nadie desde hace mucho tiempo.
Yo me paro y María Teresa continúa caminando. Cuando la alcanzo poco después, está parada mirando a todas partes y con la cara de un gran susto.
Me cuenta que en un momento dado, empezó a oír una suave música de flauta y no veía a nadie que la tocara. Los más mayorcitos recordarán aquellas estampas de la niñez cuando los ángeles tocaban sus flautas.
¿Será la música del cielo al final del túnel?


El secreto quedó desvelado al poco tiempo, cuando alcanzamos a ver en la espesura del bosque, a unos cuantos chicos, sentados en corro en un claro del bosque, tocando esa música.

jueves, 16 de abril de 2020

FORTALEZA




Esta historia comienza el 29 de julio del año 2007, cuando finalizamos la etapa entre Santo Domingo de la Calzada y Belorado, del Camino de Santiago.
Al llegar a esta última localidad, nos dirigimos al Centro de Salud, para la atención a los pies de María Teresa, que, sin explicación posible, había sufrido mucho durante la caminata. Mismo calzado, etapa normal (22,5 km.), todo como siempre y ese día los pies destrozados por las ampollas.


Un ejemplo, hasta el día de hoy tenemos, creo, nueve y siete rutas diferentes a Santiago y nunca hemos tenido una ampolla.
Nos atienden extremadamente bien y nos dan varios consejos:
.- Volver a casa. (Decimos que no).
.- Saltar todas las etapas hasta llegar a León.
.- Descansar el día siguiente, como mal menor, que es entre Belorado y Atapuerca, con una longitud de 31 km.
De todos estos consejos que nos dieron, hicimos caso a medias.
Tomamos un autobús entre Belorado y Santovenia de Oca, para evitar los Montes de Oca que tenían fama de fuertes. En Santovenia, nos bajamos del autobús y vamos andando hasta San Juan de Ortega y, posteriormente, hasta Atapuerca pasando por Agés.
De los 31 km. que debería tener la etapa, solo hicimos 9 km. andando y al día siguiente continuamos el Camino de Santiago con próxima parada en Burgos.


Pasan 6 años desde la anterior experiencia y pensamos que de los casi 800 km. del Camino Francés, nos habíamos saltado 24 y que no merece la pena dejarlo incompleto por esa pequeña distancia. Por ello, ni cortos ni perezosos, nos vamos a Belorado y el 25 de septiembre hicimos lo que teníamos que hacer para completar el itinerario. Realmente, disfrutamos mucho en esta segunda oportunidad, y que podéis ver, si querés, en esta entrada.



domingo, 12 de abril de 2020

EL DOLOR



Esta historia de hoy es un poco triste, pero me quedó tan adentro, que tengo la necesidad de contarla a los cuatro vientos.


Había llegado a Muxía procedente de Dumbría y, cuando salí del albergue para dirigirme al Santuario de la Barca, al subir una pequeña cuesta empedrada, que lleva a la iglesia y al cementerio pegado a ella, di alcance a un matrimonio mayor que caminaban muy despacio, como teniendo miedo de llegar a su destino. Ella pequeña y él bastante alto y encorvado, y los dos mirando al suelo.
Nos saludamos y el señor comienza una conversación que me encogió el corazón.
 
Nosotros vamos al cementerio a ver a un hijo que está allí. Los hijos no deberían morir nunca antes que los padres. Tenía cuarenta y ocho años y era un mozo como un castillo. Le entró eso en la cabeza y aunque se operó particular nada se pudo hacer. Duró seis meses. Trabajaba en mantenimiento en televisión en Madrid. Cuando le trajeron a enterrar tardó ocho horas en llegar. Yo tengo ochenta y cuatro años y de verdad que me cambiaba por él.
Me enseña una fotografía de su hijo y yo no atino a decir nada. 
Nos damos la mano y yo sigo mientras ellos se quedan con su dolor y su hijo.

miércoles, 8 de abril de 2020

LA SUITE


Continuamos con las historias del Camino de Santiago, y llegamos a Frómista. Como siempre, una vez instalados y duchados, hay que preparar la etapa de mañana y lo primero que hacemos es buscar alojamiento en Carrión de los Condes, que será nuestra próxima parada.


Estamos en el año 2008 y los albergues, aún son bastante escasos y requieren madrugar mucho para competir entre peregrinos y conseguir plaza en la llegada, y es por lo que llamamos a un hostal para intentar hacer una reserva.


Preguntamos   si   tienen   habitación   para   el   día siguiente, y una voz  de mujer  nos responde que les quedan libres dos suites.
Extrañados por lo de suite, preguntamos por el precio y como nos parece razonable, decimos que sí.
¿Cuál quieren de las dos, la buena o la mejor?
Decimos que la mejor y nos despedimos hasta el día siguiente.
La   ruta   entre   Frómista   y   Carrión,  que  no  es demasiado  larga (19,3 km.), la  hacemos pensando en la "suite mejor" con que nos hemos de encontrar.





Hay que decir que fuimos muy bien atendidos y quedamos muy satisfechos.

domingo, 5 de abril de 2020

LA COMIDA



Corría el año 1993 y comenzaba el auténtico despegue del Camino de Santiago. El año anterior habían llegado a Compostela algo más de 9000 peregrinos y este año serían 99436.
Nosotros, sin conocer nada del Camino, pero guiados por la curiosidad, emprendemos la marcha por el Camino del Norte, que era lo que veíamos cuando pasábamos en coche por las carreteras del occidente de Asturias.


Las señales eran más bien escasas y sirva como ejemplo que fue el año que colocaron las famosas cruces en el concejo de El Franco.
Y llegamos al día 15 de agosto, en el que vamos a hacer una etapa entre Arzúa y Lavacolla, que resultó de 30,5 kilómetros, penúltimo día para llegar a Santiago.

Llegamos al pueblo de Pedrouzo a las 13.30 horas y, como hemos de seguir caminando por la tarde, buscamos un lugar para comer y entramos en un bar casi al final del pueblo. 
Ya se encontraba bastante lleno de personas comiendo y preguntamos si podíamos hacerlo nosotros. La respuesta nos dejó perplejos:
.- "No damos más comidas porque es tarde."
.- "¿Puede darnos una tapa de embutidos o queso?"
.- "No damos más de comer por hoy."
Nos marchamos a otro bar cercano, donde no tuvimos ningún problema.


Ahora viene la segunda parte de la historia.
No estoy seguro si fue en el año 2004 o en el 2009, cuando, haciendo de nuevo el Camino, pero esta vez por otra ruta diferente, volvemos al mismo pueblo pero esta vez unos minutos después de mediodía. Tal vez por curiosidad, o tal vez por morbo, vamos al mismo bar de la vez anterior para ver que sucedía.
.- "Buenos días, quisiéramos comer algo si es posible."
.- "Es muy pronto y no damos comida."
Pasamos en más ocasiones por este pueblo, pero nunca más volvimos a ese bar.




jueves, 2 de abril de 2020

LAS GAVIOTAS



No me quedan rutas por meter y, por ello, a partir de ahora y mientras dure "esto", voy a contaros algunas de las anécdotas que, como a todos los que andamos por ahí  tenemos y que ahora estoy recordando. Si consigo que alguien las lea y tenga una sonrisa, objetivo conseguido.


La relación entre las gaviotas y yo no es demasiado buena y creo que no es por mi culpa, ya que no les hice absolutamente nada y, en cambio, ellas si a mí.

Esta historia comienza hace bastantes años en la isla de Arnielles, en la localidad de Celorio, del concejo de Llanes.



Ya había estado bastantes veces en esa isla, a la que se puede acceder desde la playa de Borizo, con la marea baja, con tal de que esta sea un poco grande.

La había visitado cuando las gaviotas ponían sus huevos para criar, o simplemente por el placer de ir a ella. Pero en aquella ocasión, fui cuando los pollos ya habían nacido.


El recibimiento fue de lo más bélico que se pueda imaginar, con ataques de tipo kamikace que hacían que tuviese que lanzarme al suelo en repetidas ocasiones y marcharme lo más rápidamente posible. Si no fuera que temí por mi integridad, ahora que lo recuerdo, me parece hilarante o cómica en extremo, la forma en que emprendí la retirada con constantes “cuerpo a tierra”.



Hace poco tiempo, cuando María Teresa y yo bajábamos después de subir al Peñón de Ifach, cuando una gaviota hizo una pasada a toda velocidad, a medio metro por encima de mi cabeza; la segunda pasada ya fue a una cuarta, y la tercera, ya había tomado la medida, me rozó la cabeza, causándome una rozadura con sangre, a pesar de que tenía puesta una gorra.

A María Teresa, afortunadamente, ni la miró.

¿Tengo motivos para estar enfadado con las gaviotas?