Todos los que andamos por las montañas, sabemos lo que gusta a las personas que encontramos en pueblos casi abandonados o con muy pocos habitantes, que nos paremos a charlar un poco, del mismo modo que a nosotros nos gusta preguntarles algunas cosas, ya que habitualmente son fuente de sabiduría.
Fieles a esta tradición, cuando solo llevábamos una o dos etapas después de salir de Roncesvalles, en un pueblo cuyo nombre no recuerdo, nos encontramos con un señor con ganas de hablar y que bien podía ser el único habitante, ya que no vimos a nadie más.
Hablamos con él de muchos y variados temas y, cuando intentamos despedirnos para continuar nuestra ruta, nos pregunta:
.- A propósito, ¿de dónde son ustedes?
.- Somos asturianos.
Se queda un poco pensativo y dice:
.- Pobrecitos asturianos. Conocí muchos en la mili y todos eran analfabetos.
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