Maldito bicho que has llegado para cambiar nuestra forma de vivir.
Yo esperaba a la primavera y en su lugar llegaste tú para nuestra desgracia.
Vienes para hacer daño y quitarnos las cosas sencillas que tanto queríamos.
Ya han pasado demasiados días y no tienes intención de marcharte, pero si te has llevado a muchos de nosotros, y los que, por ahora, tenemos la suerte de seguir, vemos como no podemos abrazar a nuestros nietos e hijos; como no podemos salir a pasear con nuestros familiares y amigos; como no podemos ir a la montaña como si esto fuese un pecado.
Maldito bicho.
El último día que salimos a caminar María Teresa y yo, vi como los cerezos comenzaban a florecer y, supongo, que ya estarán todos cuajados de flores y con alguna cerecita apareciendo, pero, este año, nosotros no vamos a poder ver todo este proceso que tanto nos encanta año tras año.
Tal parece que, por la poca prisa que tienes en marcharte, tampoco veremos la floración de los manzanos.
Los campos tienen que estar preciosos con las pequeñas y blancas margaritas, que habrán venido a sustituir a las primaveras.
Y tampoco sé si los pájaros cantarán o estarán extrañados de no vernos a los asiduos caminantes y ya no tendrán que guardarse entre las ramas de los árboles cuando sentían que nos acercábamos.
Estas y muchas cosas más, es lo que has conseguido maldito bicho.
Tan pequeño y tan dañino.
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