He
vuelto. He vuelto después de tantos años que, a veces, me parecen cientos.
Es
cierto que había pasado por allí en alguna ocasión, pero esta vez llegué para quedarme,
aunque sea por unos pocos días.
He
vuelto a pasear por las calles, cada vez más irregulares, de pequeños
adoquines. Y también por las de grandes losas medio sueltas.
He
vuelto al muelle de Coruxeira, ahora, más turístico que cuando yo paseaba por él.
Las
calles viejas son aún más viejas y los edificios viejos se caen sin remisión.
He
caminado hasta que los pies me dolían tanto como si de una travesía por picos se
tratase.
He
estado en el viejo, hermoso y monumental edificio donde pasaba todas mis horas,
y allí reconocí la ventana por la que me asomaba al mar y veía como entraban
los grandes barcos en el puerto. Los patios seguían siendo patios, pero ahora
vacios.
Sí, he
vuelto, y a pesar de la gran tristeza que se desprende, a pesar de los estragos
que ha hecho la crisis, me ha gustado mucho estar aquí una vez más.
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